Con Mario fuimos uno solo, incluso desde antes de que tuviéramos uso de razón. Estuvimos unidos toda la vida por una relación profunda y fructífera, y siempre nuestras diferencias genéticas, físicas, y de pensamiento, fueron un factor que nos unió en vez de separarnos pues fue la persona con quien más he conversado, y no hubo tema que no tratáramos en nuestras largas y divertidas tertulias. Queríamos cambiar el mundo. Íbamos a cambiar el mundo juntos. pero sin él no puedo hacerlo. No puedo solo. Hace cuatro años nos emancipamos juntos, y jamás olvidaré sus palabras: “acá viviremos”, que es donde aún yo lo hago. Él por su parte, se disponía a partir a Londres, Inglaterra, a continuar sus estudios de arquitecto. A sus treinta años poseía una inteligencia y sabiduría notables. Era uno de los tipos más brillantes que me tocó conocer, y tuve la suerte de ser su hermano, de aprender de él y admirarlo en su lo luminoso de su virtuosismo, pero más allá, en la excelencia de su persona y sus valores, una palabra manoseada pero que en el realmente se personificaba pues su nobleza era la del mismo oro. Fue mi mejor amigo, y mi mejor ejemplo, y siempre estábamos juntos, salvo por aquella noche. Siempre le dije que se cuidara, y el a mi. Siempre le dije que si le ocurría algo me iba a morir yo con él, y el también me dijo lo mismo muchas veces, pero el destino puede ser tan cruel a veces. Creo que de parte de los avatares de mi vida puede salir gracia a su ayuda, a su consejo, pero era un hombre terco, que cuando enojaba iba hasta el final. Hoy nos vemos enfrentados al irreal y tortuoso trance de verlo morir, y de esta forma. Jamás sentí algo así, y el dolor que su muerte me ha causado es una herida que solo puede dejar de sangrar pero nunca cicatrizar. He escrito estas líneas, desde el verdadero dolor, para demostrar que las cosas más terribles ocurren, y uno no está absuelto de sufrirlas. El cuidar nuestra integridad solamente depende de nosotros mismos, y aún cuando creamos que somos inmortales, como en nuestra pueril humanidad normalmente lo hacemos, pues no lo somos, y sin embargo todo el tiempo estamos tentando al destino con nuestras ínfulas. Mi primo Mario fue un gran hombre, sin duda. Durante sus treinta años fue un ejemplo para muchos de los que lo conocimos y especialmente para mi. Hasta en su muerte nos ha dado una lección: a cerca de la levedad del ser. De nosotros depende no quedar en el camino. Hermano de mi corazón, debes saber que yo llevaré tu mensaje tatuado en mi pecho. Hasta que se a mi a quien encuentre el final.
martes, 30 de junio de 2009
jueves, 25 de junio de 2009
Michael Jackson
Según he leído, Michael Jackson nació el año 1958, es decir a esta fecha contaba con 51 años de edad. Su padre, un tipo rudo, no permitía que sus hijos tocaran guitarra en la casa. De todos modos los mayores formaron una banda mientras él trabajaba. Michael, incluso a los 3 años los acompañaba tocando bongoes o coros. Lo descubrió su madre, quien vió en el un prodigio. A los cinco años era la estrella de la banda, cuyo primer disco fue patrocinado por Diana Ross, estrella del sello Mowtown. El ´72 sacó su primer tema solista: Got to be there. Posteriormente, en el 76 rescindieron el contrato con Mowtown, debido que nos les permitían componer sus propios temas, cuando si se toleraba a Seteve Wonder o Marvin Gaye. En el 79 conoce a Quince Jones y edita “Off The Wall”, un LP que en lo musical va desde el hard Rock hasta el disco y lo catapulta a la fama mundial. Luego sacó el clásico Thriller, el disco más vendido de
programados para el futuro inmediato serían protagonizados por un enfermo terminal. Se puede tener todo y nada en una misma vida. O más bien todo y lo que deriva de todo. Nunca falta la persona que dice que “la gente no se muere así como así”, que estaba pedido, que se yo; el hombre fue el más famoso del mundo toda una vida y terminó loco como una cabrita, ni siquiera como cabra, y de paso convertido en un ser indefinido entre niña, niño, mujer u hombre. Podrá soportar cualquiera el frenesí de esa batalla sin perder el juicio en su fragor ? Lo dificulto. Bueno, pero fuera de estas pseudoideas, su genio no tiene parangón en el arte del siglo XX, fue el que más vendió, más ganó, más cambió. Fue, en cierta forma, todo en el show, que hoy baja su cortina.
jueves, 18 de junio de 2009
Justicia humana y no divina
Hay un tema recurrente entre los abogados a cerca de la necesidad de refundar el Código Penal, y en general la legislación penal, adecuándola a la realidad actual en cuanto a la importancia comparativa de los bienes jurídicos, y su protección. Un ejemplo a saber: El delito de homicidio simple tiene una pena que va desde cinco años y un día, idéntica pena mínima que para el delito de robo, ya sea con fuerza en las cosas o con violencia en las personas. Incluso este último tiene una pena máxima mayor. Formalmente, entonces, la sociedad entiende que esos delitos en cierta forma son igualmente graves. Pero en el fondo, creemos nosotros que son igualmente graves?. La respuesta en general será un no, por forzosos motivos. Casi nadie en su sano juicio cree que matar a alguien es menos grave que robarle o asaltarlo.
Ayer estaba mirando un juicio oral, inadvertido con mi atuendo formal entre el público. Observé declarar a los testigos y los alegatos, para luego presenciar el veredicto del tribunal. La prueba era clara en contra de los imputados: Tres carabineros decían que habían visto aun piquete de muchachos abordar a la victima y luego ellos mismos los aprehendieron. Las víctimas eran dos chicos que seguramente iban bien borrachos, lo que quedó tácitamente acreditado pues no recordaban realmente nada con precisión. No podía avizorar claramente como se decidiría el caso. Si bien las pruebas eran innegables con respecto al acaecimiento del delito, no lo eran tanto con relación al elemento participación del ilícito. Son muchos los factores que entran entonces en juego, y se torna especialmente importante las implicancias de cada una de las dos opciones (condena – absolución) la hipótesis condena significa enviar a la cárcel a los imputados - nueve muchachos veinteañeros con un estilo totalmente afín a la actividad que se les pretendía -, cinco años a la cárcel. Esto por que es demasiado difícil que el tribunal pueda rebajar el mínimo legal de la pena al concurrir la agravante de pluralidad de malhechores. Los tenían que absolver. Los jueces saben que fueron pero no los pueden mandar a la cárcel cinco años por un celular, una chaqueta y un portalentes: “Sumo derecho es suma injusticia”. Estoy convencido que si la pena asignada al robo fuera de quinientos cuarenta y un días, o tres años y un día, los habrían condenado. Comparando la pena con las de otros delitos, nos aparece una irracional y lamentable disparidad entre las que castigan unos delitos y otros. Si bien las razones formales para la absolución tienen lógica - entre otras cosas por que nadie puedo decir “Este joven fue” -, sostener que no eran las mismas personas era realmente contrario a la lógica, al menos de la manera como quedaron establecidos los hechos. Además sustentar un fallo condenatorio en este caso era incluso más fácil, pues había más hechos (en cantidad) que los incriminaban, que aquellos que los absolvían.
“El aparato punitivo del Estado no puede enviar a una persona cinco años a la cárcel por robarle a alguien, en pandilla, una casaca y unos lentes”. Como contrapartida, en el derecho privado, si es menos el daño es menos la indemnización, pues esta tiene una determinación ante todo cuantitativa. Pero tratándose de un delito penal, su apreciación no es sino cualitativa, y al mismo tiempo rígida. De este modo, podríamos decir que la denominada legalidad, o tipicidad de la pena son conceptos que eventualmente producen injusticias, y debe llegar un momento en que sean los propios jueces quienes determinen en forma privativa y discrecional la extensión de la pena. En un tribunal colegiado de tres jueces, profesionales de probada experiencia y conducta ética pueden perfectamente en caso de condena (que es la decisión primaria del aparato punitivo) determinar la extensión de la pena de acuerdo a su experiencia y criterio. Dicha libertad, sometida a debidos límites, claramente podría perfeccionar nuestro derecho penal haciéndolo más justo.
jueves, 11 de junio de 2009
El sordomudo.
Ocurrió que hace unas semanas, decidimos con mi amada comer un rico heladito en el siempre romántico Parque forestal. Nos encontrábamos prestos a elegir el sabor, cuando se me acercó un individuo sordomudo de baja estatura y flaco. Me pidió una colaboración, y mientras sacaba la billetera para darle un poco de aquello que ahora extraño, mi polola me indicó discretamente que se trataba de un timador. Acto seguido guardé mi billetera y eludí cortésmente al sujeto, pero en instantes, este me comenzó a recriminar en silencio con ademanes poco amigables y guturales sonidos, ya que al parecer había entendido que nuestra reticencia se debía a que desconfiábamos de su condición, lo que con justicia le irritó. Continuó insultándome por algunos minutos calladamente pero con gestos no muy comedidos, hasta que en cierto momento mi paciencia se agotó y lo encaré molesto diciéndole y gesticulando que se fuera. No era posible que no me dejara tomar un helado en paz con mi novia.
mportunarlo con un asunto del todo intrascendentes, y que yo era un idiota, y todo eso, y terminó por decirnos, “estudien jóvenes, estudien para bien” (sic). Nos retiramos del lugar con desgano y desde ese día que les temo a los Carabineros. Trato de no interactuar con ellos, y lo hago solamente cuando es por algo divertido. Ojala continúe así.
Recuerdo que tampoco perdí el tiempo en explicarle - por una parte - que es errado jurídicamente que el sordomudo sea inimputable, de hecho ni remotamente lo es - y por otra - el delito de suplantación de identidad no corresponde a la acción que yo supuestamente realizaba, y de hecho esta es irrelevante penalmente.
miércoles, 3 de junio de 2009
Naranjas.
“Antes, no me llamaban la atención las naranjas. Me gustaban otras frutas. Hasta que por defecto de otras el otro día me comí una y se me antojó - en un gesto tan inopinado como pueril- cortarla a la mitad, en vez de pelarla y comerla en gajos. La sensación fue tan increíble, es decir: el comer una naranja adentrando tus dientes delanteros en su ácido, dulce y jugosisimo interior es maravilloso…¡¡¡ Es sencillamente increíble. No se por queme ha gustado tanto, y desde ese día ingiero al menos tres naranjas al día, considerando además que cada una de ellas realmente es un regalo para tu cuerpo. Lo recomiendo de manera total”.
lunes, 1 de junio de 2009
Opiniones.
Del Autor, Enrique Evans de
…"El señor GUZMÁN considera indispensable establecer este derecho como fruto lógico del derecho a la vida que se está consagrando, De manera que, así como no se puede eludir el tema de la pena de muerte que se consagra en el derecho a la vida, no se puede tampoco eludir el tema del aborto (…) Por esta razón estima indispensable tratar ese derecho aquí (en umano.