jueves, 11 de junio de 2009

El sordomudo.


Ocurrió que hace unas semanas, decidimos con mi amada comer un rico heladito en el siempre romántico Parque forestal. Nos encontrábamos prestos a elegir el sabor, cuando se me acercó un individuo sordomudo de baja estatura y flaco. Me pidió una colaboración, y mientras sacaba la billetera para darle un poco de aquello que ahora extraño, mi polola me indicó discretamente que se trataba de un timador. Acto seguido guardé mi billetera y eludí cortésmente al sujeto, pero en instantes, este me comenzó a recriminar en silencio con ademanes poco amigables y guturales sonidos, ya que al parecer había entendido que nuestra reticencia se debía a que desconfiábamos de su condición, lo que con justicia le irritó. Continuó insultándome por algunos minutos calladamente pero con gestos no muy comedidos, hasta que en cierto momento mi paciencia se agotó y lo encaré molesto diciéndole y gesticulando que se fuera. No era posible que no me dejara tomar un helado en paz con mi novia.

Cuando terminamos, tomamos la bicicleta y rodamos en dirección oriente, y en el momento en que divisé una camioneta de Carabineros, mi espíritu vengativo me compelió a molestar al uniformado con el tema. Me acerqué y le expresé que más allá había un tipo que, por si acaso, había algún problema, que lo considerara, y otras tímidas indicaciones, a lo cual el hombre me contesta “No puedo hacer nada, esa persona es inimputable ante la Ley, a esta frase respondí en forma absolutamente rutinaria, refleja, “a, si, soy abogado”. En ese momento me dijo - a si que abogado?, exhiba su identificación de abogado...¡¡¡ – ahí entendí que este hombre quería desquitarse conmigo por alguna razón, y continuó: “Además, al no tener identificación usted comete otro delito que es suplantación de identidad, o algo así” – Me encontraba a esas alturas irritado. Le entregué el carné y comenzó a pasearse y a parar los autos con mi documento en la mano. Yo esperaba junto a mi polola con una sensación mezcla de ira y desconcierto. Por más cosas que yo le decía, entre ellas “Usted no ha tenido la actitud que el Código Procesal Penal le demanda”, a ver si entendía de una vez que yo si era abogado. Le dije que no había querido ponerme por sobre él, ni por debajo de él, ni nada, solo le respondí en forma refleja pues en verdad soy abogado. Le expliqué que la calidad de abogado se acredita con la patente de impuesto municipal y en ese minuto, por obvias razones, no la llevaba (era domingo en la tarde). Se mantenía en su postura, la de torturarme. Intervino mi novia, y en cierto momento el personaje creyó al fin lo que yo le decía, y que solamente había querido importunarlo con un asunto del todo intrascendentes, y que yo era un idiota, y todo eso, y terminó por decirnos, “estudien jóvenes, estudien para bien” (sic). Nos retiramos del lugar con desgano y desde ese día que les temo a los Carabineros. Trato de no interactuar con ellos, y lo hago solamente cuando es por algo divertido. Ojala continúe así.

Recuerdo que tampoco perdí el tiempo en explicarle - por una parte - que es errado jurídicamente que el sordomudo sea inimputable, de hecho ni remotamente lo es - y por otra - el delito de suplantación de identidad no corresponde a la acción que yo supuestamente realizaba, y de hecho esta es irrelevante penalmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario