martes, 30 de junio de 2009

A Mario.

Con Mario fuimos uno solo, incluso desde antes de que tuviéramos uso de razón. Estuvimos unidos toda la vida por una relación profunda y fructífera, y siempre nuestras diferencias genéticas, físicas, y de pensamiento, fueron un factor que nos unió en vez de separarnos pues fue la persona con quien más he conversado, y no hubo tema que no tratáramos en nuestras largas y divertidas tertulias. Queríamos cambiar el mundo. Íbamos a cambiar el mundo juntos. pero sin él no puedo hacerlo. No puedo solo. Hace cuatro años nos emancipamos juntos, y jamás olvidaré sus palabras: “acá viviremos”, que es donde aún yo lo hago. Él por su parte, se disponía a partir a Londres, Inglaterra, a continuar sus estudios de arquitecto. A sus treinta años poseía una inteligencia y sabiduría notables. Era uno de los tipos más brillantes que me tocó conocer, y tuve la suerte de ser su hermano, de aprender de él y admirarlo en su lo luminoso de su virtuosismo, pero más allá, en la excelencia de su persona y sus valores, una palabra manoseada pero que en el realmente se personificaba pues su nobleza era la del mismo oro. Fue mi mejor amigo, y mi mejor ejemplo, y siempre estábamos juntos, salvo por aquella noche. Siempre le dije que se cuidara, y el a mi. Siempre le dije que si le ocurría algo me iba a morir yo con él, y el también me dijo lo mismo muchas veces, pero el destino puede ser tan cruel a veces. Creo que de parte de los avatares de mi vida puede salir gracia a su ayuda, a su consejo, pero era un hombre terco, que cuando enojaba iba hasta el final. Hoy nos vemos enfrentados al irreal y tortuoso trance de verlo morir, y de esta forma. Jamás sentí algo así, y el dolor que su muerte me ha causado es una herida que solo puede dejar de sangrar pero nunca cicatrizar. He escrito estas líneas, desde el verdadero dolor, para demostrar que las cosas más terribles ocurren, y uno no está absuelto de sufrirlas. El cuidar nuestra integridad solamente depende de nosotros mismos, y aún cuando creamos que somos inmortales, como en nuestra pueril humanidad normalmente lo hacemos, pues no lo somos, y sin embargo todo el tiempo estamos tentando al destino con nuestras ínfulas. Mi primo Mario fue un gran hombre, sin duda. Durante sus treinta años fue un ejemplo para muchos de los que lo conocimos y especialmente para mi. Hasta en su muerte nos ha dado una lección: a cerca de la levedad del ser. De nosotros depende no quedar en el camino. Hermano de mi corazón, debes saber que yo llevaré tu mensaje tatuado en mi pecho. Hasta que se a mi a quien encuentre el final.

2 comentarios:

  1. Lindo tu blog primito, es una buena ventana para dejar salir lo que va marcando. Encontrar la tranquilidad para seguir sin que la ira nos envuelva, es lo que hay que intentar.
    muchos cariños!

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  2. Muy hermosas y reflexivas tus palabras.
    El legado de Toño es infinito y nos acompañará hasta el momento de encontrarnos con él.
    Aguante hermano.

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